jueves, 31 de diciembre de 2009

¿Cocó, c'est toi?


Faltan unas horas para acabar el año 2009 y a todos les ha dado por hacer balances, recordar los mejores -y peores- momentos, las imágenes más impactantes, los hitos televisivos, deportivos, políticos, culturales, marítimos, presidenciales, Nobelísticos...

¡Uffff, es otro daño colateral de la navidad!

No teníamos suficiente turre con el consumo desaforado, las ingestas hipercalóricas, los mensajes familiares y de amigos edulcorados y cursis hasta el vómito, la lotería de los cojones, los regalos obligatorios a diestro y siniestro, la presencia hasta en la sopa de Papás Noeles, Santa Claus variados, Reyes Magos por doquier y demás personajes variopintos de las navidades autonómicas...

Además del agravante de los anuncios televisivos en los que no se entiende nada porque hablan en un francés cerradito de adolescente con problemas neurasténicos, o en un inglés de alumno repetidor de 2º de la ESO de instituto de barrio conflictivo, con el que nos intentan convencer de comprar no sé qué colonia...

Pues eso, también tenemos los resúmenes y anuarios de televisiones públicas, privadas y autonómicas, periódicos, revistas...

En fin, que el espíritu navideño te entra en forma de 3 kilos más en la cintura como poco... o te lo meten doblado por cualquier resquicio, que taparlos todos es imposible, que somos muy humanos y tenemos muchos.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Felicidad


A veces la felicidad se encuentra en lo más simple, en lo que está más cerca, en las cosas y personas que somos capaces de ver cuando sabemos mirar.

Dos "dedos" se cruzan, se han visto muchas veces pero esta vez se rozan, sienten el calor de la cercanía, la sensación tan agradable de acariciar y ser acariciados, de sentirse abrazados...

Los ojos se iluminan, la sonrisa se instala en la boca y el cosquilleo que nace en el estómago hace que todo el cuerpo y el espíritu se llenen de una sensación de placidez y felicidad.

Cerremos los ojos y prolonguemos estos momentos.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Junto a la chimenea


Hace frío. El invierno ya se ha instalado y ha venido para quedarse con nosotros unos meses.

El otro día estaba paseando por el monte con una amiga y me hizo una observación interesante, me dijo que no olía a nada. Y era cierto.

Los olores necesitan una temperatura templada para mostrarse en todo su esplendor. Es lo mismo que cuando catamos un vino o un coñac. Si están fríos no huelen a nada, no muestran la maravilla de esos terpenos, polifenoles, aceites esenciales y alcoholes volátiles que penetran por nuestras narices hasta lo más profundo de las fosas nasales y arrancan imágenes y evocan recuerdos... a veces también personas.

Al rato, cuando nos aproximamos a un pueblecito en medio del bosque, empezó a embriagarnos un típico olor a leña quemada, a chimenea de casa de pueblo.

Luego, junto a la lumbre, cómodamente instalados en un sofá, se desataron otros olores...

Estamos en invierno, y eso es lo que hay.