martes, 24 de febrero de 2009

Aceite


Leyendo el blog de "Belén in red", en su artículo "Vacío", donde habla de su niñez en Teruel y de los recuerdos de la casa de sus abuelos, a mí me ha traído a la memoria retazos de una época, ya extinta, donde también había unos abuelos, una casa de pueblo y unos sabores y olores que rememorar.

Yo nací y me crié en una ciudad, pero mis abuelos maternos vivían en un pueblo al que íbamos, mayormente, en verano. Por aquella época yo era el único nieto y el favorito de mi abuelo que se entendía mejor conmigo que con el montón de primas que también aparecían en algún momento del estío.

Recuerdo con amabilidad aquella época infantil, lejos de las preocupaciones y de todas esas cosas que, con el paso del tiempo y la pérdida de la inocencia, nos vuelven más retorcidos.

Al igual que cuenta Belén, cuando murieron mis abuelos, a mis tíos y tías les faltó tiempo para vender y reñir por cuatro tierras, una chopera... y la casa en la que todos ellos se habían criado y que a mí me parecía maravillosa.

Ellos perdieron sus raíces y yo el mundo onírico de aquellos veranos, de los de antes, de mucho calor, sillas en la calle al atardecer y la compañía de los animales que también formaban parte de la familia.

Pero he comentado que, a parte de todo eso, hay un olor y un sabor que tengo profundamente guardado en la memoria: el del aceite.

Era un sabor recio, profundo, que al principio costaba asimilar, pero que luego era como una droga que te hace desear más y más.

Muchas noches me hacían para cenar huevos fritos con patatas fritas y esa es la imagen que acompaña al sabor que comentaba.

El aceite supongo que sería el de la cooperativa del pueblo a la que casi todas las casas colaboraban con sus pequeñas producciones. Lo mismo ocurría con el pan, el vino... Recuerdo que mis abuelos tenían unos cupones para ir retirando esos productos de almacenes un tanto destartalados y con mostradores larguísimos (o eso me parecía, que aquí el tamaño del observador seguro que influye)

Ni que decir tiene que he buscado ese sabor en los aceites de los trujales que he visitado y en las zonas donde se produce aceite... sin encontrarlo.

Hace un tiempo, un amigo al que le hablé de ese aceite de mi niñez, me trajo una botella de aceite de orujo sin filtrar del trujal de su pueblo y ahí había un cierto parecido.

Era potente. Muy potente. Tanto que raspaba la garganta, irritaba los ojos y provocaba la tos más compulsiva. Si se usaba para freír, el olor que quedaba en la cocina (y en el resto del piso) permanecía durante días.

Así es que después de varios intentos de rebajar su potencia con otros aceites, a los que enmascaraba por completo, opté por deshacerme de "aquella cosa". Creo que el medio ambiente todavía no se ha recuperado y me siento responsable porque por aquella época se empezó a hablar del cambio climático, el aumento de las temperaturas y el deshielo del ártico... y es muy duro ;-)

Pensando sobre todo esto y teniendo en cuenta lo que decía más arriba sobre la elaboración del aceite en la cooperativa del pueblo, seguro que era una mezcla de distintos tipos de aceitunas y, dada la mecanización de aquellos tiempos, también es seguro que no habría filtrado, selección de las olivas o proceso de refinado ninguno.

Resignado a no volver a probar ningún manjar aderezado con un óleo como el de mis sueños, en la actualidad me contento con usar un maravilloso aceite de oliva virgen extra de una almazara de la ribera del Ebro, aunque para la mayonesa tenga reservado un monovarietal picual intenso que le da un característico sabor amargo que me gusta mucho y que hace que el resto de las mayonesas sean unas salsas sin gracia ninguna.

Por el pueblo de mis abuelos no he vuelto desde su muerte y la liquidación patrimonial. Por un lado me da miedo ver en qué se habrá convertido. Por otro siento curiosidad por comprobar qué despiertan en mí algunos rincones... en el supuesto de que la voracidad del ladrillo haya dejado algo sin digerir.

Y decía que para mi abuelo era el nieto favorito, aunque no siempre lo tenía tan claro. Me solía llevar en la burra a una huerta donde cultivaba alubias verdes, pimientos, melones (tampoco he vuelto a encontrar melones como aquellos), patatas... y para regar había que sacar el agua de una acequia que tenía como metro y medio de profundidad.

Y allí me metía mi abuelo para que fuera llenando cubos y se los pasara.

Eso no me gustaba nada porque estaba todo embarrado y había arañas. Y cuando me quejaba, él se despachaba diciendo: "¿Arañas? ¡pues dales un manotazo y mátalas!"

Y por lo bajini acababa con un: "¡Mierda de crío de ciudad!

domingo, 22 de febrero de 2009

...Solo estelas en la mar.


Llevo bastantes días con pocas ganas de nada, y eso que hemos cambiado el gris del tiempo lluvioso por el azul de los días fríos de invierno.

Pero eso solo es en el exterior. En mi interior la monotonía sucede a la monotonía, la inactividad a la inactividad, la tristeza a la tristeza... y el color gris invernal al color gris invernal.

Hoy me he decidido a escribir algo aquí para que nadie piense que he abandonado este vehículo de comunicación.

"Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido."

No soy gran lector de poesía. Ni siquiera de los clásicos, pero algunas cosas que leí, cuando había que estudiar a las grandes figuras de la literatura española, me gustaron y dejaron un poso del que todavía disfruto.

Un día como hoy, hace 70 años, murió en Collioure, Francia, Antonio Machado, miembro destacado de la generación del 98 y de la República Española.

Poco antes de su muerte, derrotada la causa republicana en la que tanto se implicó, tuvo que exiliarse a Francia. Allí le esperó la muerte y en aquella tierra descansa todavía.

"Murió el poeta lejos del hogar.
Le cubre el polvo de un país vecino.
Al alejarse le vieron llorar.
Caminante no hay camino,
solo estelas en la mar..."

lunes, 9 de febrero de 2009

Adiós


Un recuerdo a la memoria de Eluana.

Hoy ha muerto a las 20:10 h.

Descansa en paz, estés donde estés.

Los que aquí quedamos seguiremos luchando por la dignidad en la vida y por la dignidad a la hora de morir.

jueves, 5 de febrero de 2009

Y Johnny cogió su fusil


Es increíble, pero estamos asistiendo al resurgimiento de la Inquisición. Las noticias de estos últimos días avalan la anterior afirmación.

En Italia esta secta apocalíptica, llamada Iglesia Católica, intenta una vez más imponer sus creencias, sus normas, sus "verdades", sus dogmas, su fanatismo a los que no piensan ni sienten como ellos.

A mí me parece muy bien que si cualquiera de sus "socios" o adeptos decide ser un trozo de carne mantenido con buen color, y sin excesivo mal olor, gracias a los adelantos técnicos en alimentación, ventilación e hidratación, pues allá ellos, como si se compran un euro de bosque y se pegan fuego. Es su vida, son sus traumas y ellos serán los que sufran las consecuencias.

Pero el problema y la indignación mía y, espero que la de muchos más, llega cuando sus rancias creencias y sus neuras infantiloides adquieren el cuerpo de ley y mediante el brazo secular persiguen implacables a ese cuerpo de Eluana que lleva 17 años en coma profundo e irreversible tratando de impedir a toda costa que haya nadie con la suficiente valentía, dignidad y respetuoso con los deseos de la familia, para poner punto y final a tan triste situación.

¡Joder, qué asco de gente! que solo sabe perseguir, oscurecer y eliminar cualquier cosa, y persona, que se oponga a su corta manera de ver las cosas y la vida.

Otras noticias igual de preocupantes proceden de España, donde todo un gobierno socialista se pliega a recibir a un personaje ridículo, con faldita demodé, que arremete a diestro y siniestro contra asignaturas para estudiantes que informan de la realidad de un país, contra mujeres para impedirles cualquier control sobre su maternidad y contra la modificación de unos pactos que se hicieron allá por los años 70 y que ceden soberanía e influencia a un estado, el Vaticano, cuyo reino, dicen, no es de este mundo.

Lo dicho más arriba, ¡joder, qué asco de gente!

La música que acompaña a este artículo no tiene nada que ver con la temática del mismo. Quizás oyendo a Aga Zaryan se haga un poco menos amargo el contenido del mismo y "aquiete", como el centro donde está Eluana, nuestros espíritus y esperemos que también el de ella.

domingo, 1 de febrero de 2009

Only you


"Only you"... Sí, es bonito pensar que somos únicos. Únicos para alguien, importantes, deseados, objetos de esperas, anhelos e ilusiones.

Pero la realidad es muy otra. Quizás alguna vez hemos cumplido con esas premisas, hemos sido importantes a los ojos de otra u otras personas. Pero qué difícil es mantener la atención, el valor y la importancia en el tiempo como para llevar la aureola del "only you"

La especie humana es así. Subimos y bajamos a nuestros semejantes con velocidad de vértigo. Lo que hoy es "in", mañana será "out". Lo que ahora mismo es imprescindible y el eje de nuestra vida, a la vuelta de la esquina se convertirá en un estorbo, en un lastre que hay que soltar.

Y ya sé que la vida es así, pero cada vez me cuesta más estar ahí, con la velocidad suficiente para no perder ese tren y todos los demás que pasan junto a él...

Empiezo a preguntarme si es tan importante estar subido en un tren, si quizás no es preferible alejarse de las vías por donde discurre tan infernal artilugio, tomar un respiro, mirar hacia otros horizontes e intentar ser feliz sin que la velocidad sea un elemento clave en las cosas trascendentes de la vida.

Por cierto, en la estación en la que me he bajado yo y de la que me he alejado para no oír el zumbido de los trenes que pasan como un suspiro y que no dan tiempo ni de ver el color de sus vagones, solo veo campos yermos y poca vegetación, tan solo de vez en cuando algunas sombras de "absurdos primates" y espejismos de hortensias y pétalos aterciopelados.

Son dos compañías agradables cuando se manifiestan y que, al igual que la gravedad de los cuerpos masivos para Einstein, modifican el espacio y el tiempo con su sola presencia.