viernes, 10 de abril de 2009

Lost in translation





domingo, 5 de abril de 2009

3 de abril


Llevo un tiempo deprimido y sin muchas ganas para hacer nada. Ni siquiera de escribir aquí. Pero el viernes fue el cumpleaños de una persona que significó mucho para mí.

La historia es triste porque no discurrió por donde yo quería. La conocí en una feria de libros, ella estaba atendiendo un stand y hablamos un poco. A mí me gustó mucho. Me pareció muy interesante, inteligente, simpática y muy guapa.

A partir de ese día nos vimos algunos más de casualidad y al final, para no dejar en manos del azar el que nos pudiésemos ver, intercambiamos nuestros teléfonos y correos electrónicos. No vivía en mi ciudad, pero todas las semanas tenía que venir un par de veces y, además, supe que estaba casada.

Creo que tanto ella como yo nos sentíamos a gusto las tardes que quedábamos y el tiempo pasaba volando.

Un día llegó el primer beso, los latidos acelerados del corazón y el deseo por las dos partes de ir más allá.

Durante un par de años nuestra relación se fue haciendo más intensa, comprometida, agradable y placentera. Había una verdadera comunicación y complicidad a todos los niveles, con gustos similares por la ciencia, la cultura, la naturaleza, la sociedad, el arte... el sexo.

Yo lo vi tan claro que le planteé un punto de inflexión: le pedí que rompiera la relación con su marido al que decía que no quería, ni le entendía y que la usaba más como una madre que le cuidase, le atiende y le llevase la casa, que como a una mujer, amante y esposa, y que se viniera a vivir conmigo.

Pero la respuesta que recibí fue terriblemente decepcionante. Me dijo que aunque su matrimonio no fuese lo que ella deseaba y no viese forma de arreglarlo, nunca dejaría a su marido.

Después de un tiempo de desconcierto por mi parte y de varias discusiones amargas por los reproches que nos dirigimos, llegó una calma relativa pero en la que poco a poco se fue deteriorando la confianza, la tranquilidad y las ganas de estar juntos.

Un día rompimos, nos echamos en cara muchas cosas, algunas de ellas muy injustas, y dejamos de vernos, de mantener comunicación y de saber nada el uno del otro.

Por sus cumpleaños y en alguna otra fecha significativa, le mandaba algún correo electrónico, escueto, pero cordial. Nunca se había dignado a contestar... hasta este viernes.

Un simplemente "gracias" marca la diferencia. Quizás estemos en el camino correcto para poder valorar lo bueno que vivimos y aparcar las heridas que nos produjimos.

Supongo que nada más, aunque sigo pensando que hubiéramos podido ser felices juntos. Yo, en su momento lo intenté, y hubiera perseverado con todas mis fuerzas porque llegué a quererla mucho.

Hoy sigo queriéndola, pero desde una distancia y sin la implicación sentimental que tuve. El querer de hoy es más el de la amistad, ese querer que es menos exigente, menos egoísta, y que se puede permitir el lujo de que la otra parte manifieste indiferencia sin que se modifique un ápice.