sábado, 31 de mayo de 2008

Lluvia


¡Vaya mes de mayo!. Hoy acaba y no sé si ha habido un solo día que no haya llovido o haya habido tormenta.

Me hace gracia cuando veo las noticias y salen los agricultores, viejecitos campesinos y señoras del medio rural diciendo que nunca en la vida habían visto llover así, o que vaya tamaño tenía el granizo que ha descargado por la tarde entre truenos, rayos y centellas... y es que el recuerdo humano tiene eso y los medios de comunicación lo explotan hasta la saciedad.

No sé si llueve más o menos que antes, o si graniza con más fuerza ahora que antaño, pero las televisiones y medios de comunicación se encargan de hacer cada noticia de éstas en única, en lo más de lo más y, de paso, hacen un flaco favor a la objetividad y a la serenidad que hace falta para valorar hasta qué punto hay o no cambio climático y en qué medida.

La lluvia de todos estos días me gusta. Todo está verdísimo y huele a tierra mojada, a "reino fungi"... y a mi es un aroma que me gusta.

Además, lluvia ahora significa un verano sin problemas de agua, con los campos verdes, con los arroyos de alta montaña vivos y alegres, con los pantanos rebosantes.

Y con todos los agoreros "Algorianos" mordiéndose los huevillos porque no pueden exgrimir eso de que "cuanto peor, mejor".

Brindemos con agua, como cuando era pequeño...

sábado, 24 de mayo de 2008

Jazmín


Estos días, en los que la primavera ya está muy avanzada, tengo en casa un intenso perfume a jazmín.

El aroma de esta flor no me gusta demasiado. Me parece en exceso empalagoso, y que tapa todo lo demás que puede haber a su lado.

Los especialistas definen el aroma del jazmín como floral, cálido, animal, especiado, frutal o licorado y es una flor muy usada en perfumería. Pero, lo dicho, a mi me produce una sensación de hartazgo y de saturación en cuanto lo percibo.

Pero, claro, no voy a decirle a mi vecina del jardín que arranque el jazmín porque me sube un aroma demasiado penetrante. Tendré que esperar a que su hermoso arbusto deje de tener tantas flores y, al igual que en un buen perfume, no sea la nota que destaque y tape a todas las demás.

¡Qué curioso!, igual que lo que pasa a veces con determinadas personas...

sábado, 10 de mayo de 2008

Perfume de mujer


Vuelvo a los perfumes, pero esta vez perfumes adultos, perfumes que se aprecian cuando se mezclan los olores personales y la picardía del deseo.

Hoy he abrazado a una mujer, una mujer que no me es indiferente, y he sentido como su perfume me embriagaba.

Olía a ella, a mujer, a hembra excitada, a esa fragancia que hace que me vuelva loco. ¡Que a gusto he estado!

Recuerdo que hace muchos años, cuando estaba estudiando en la universidad, había una chica que me gustaba. No demasiado, todo hay que decirlo, pero sí lo suficiente como para hacerle un poco más caso que a las demás.

Un día llegó al bar de la facultad, lugar en el que en determinados momentos del curso pasábamos más tiempo que en clase, y me levanté para darle dos besos de saludo.

Un aroma maravilloso me envolvió completamente.

Me quedé como lelo durante un rato, perplejo por esa sensación de cautividad de la que no podía librarme.

Creo que fue ella la que me preguntó a ver qué me pasaba. Balbucí una excusa y terminé diciéndole que me gustaba mucho como olía.

Mi compañera se rió y me dijo que era consecuencia del gel de baño que usaba: S3 de Legrain.

Ni que decir tiene que la siguiente vez que me tocó hacer la compra del piso de estudiantes en el que estaba, aparecí con un bote de kilo del maravilloso gel.

Y si. oye, sí que olía bien, pero...

Pero descubrí que el olor que me encantaba de mi amiga no solo se debía al bendito jabón, que había algo más que sin ella no se daba, y que eso era el perfume de mujer, esas feromonas que a determinados individuos nos trastornan y nos hacen respirar profundamente. Y que convierten en algo exótico y misterioso el perderse en el cuello de esa persona.

La mujer de la que hablaba al principio tiene esa cualidad, por lo menos para mi. Y la tranquilidad y bienestar que siento cuando aspiro su aroma es incomparable con cualquier otra.

¿Será el perfume de mujer?... ¿o será simplemente el amor?

jueves, 8 de mayo de 2008

In vino veritas


Hoy a la tarde tengo una actividad que me gusta. Me gusta mucho. Hoy voy a una cata de vinos.

El vino es uno de esos productos que cuando eres pequeño no te gustan. Tiene un sabor peculiar, ácido, con unos aromas y sensaciones en nariz de los que "hacen cosquillas" y un paladar que en muchas ocasiones "raspa" y está muy lejos de esos caramelos, chicles, gominolas, chupachús, gelatinas... con los que hacen su agosto las tiendas de chucherías.

Pero cómo cambian las cosas de mayor.

El vino es una de esas cosas que hacen que la vida se pueda disfrutar más y mejor. Es una bebida social, o sea, cuando más placer se saca de ella es cuando se comparte con otras personas. Endulza y suaviza el carácter, lógicamente si es bebido en su justa medida, sin excesos, porque entonces tiene el efecto contrario. Pero eso pasa con todo. Con la comida, la lujuria o las creencias, por poner unos ejemplos.

Con la comida y la lujuria es un excelente compañero de viaje. Con las creencias no tanto, ya que es mejor tener la mente abierta y predispuesta a experimentar nuevas sensaciones, sin marcos que las constriñan. Y esto vale para cualquier creencia, por supuesto.

Además, hoy hay una gran variedad de vinos maravillosos, distintos, con sus peculiaridades, en los que el enólogo o el productor ha dejado su impronta, su carácter, su personalidad. Todos distintos y todos admirables.

Yo disfruto mucho con este regalo de la naturaleza, y hoy voy a tener la oportunidad de hacerlo por doble partida: por los caldos a degustar y por la compañía de unos amigos con los que compartir tan grata velada.

Pero eso dentro de un rato, mientras tanto me quedan unas horas de trabajo. Respetemos los tiempos.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Días difíciles


Hoy no me encuentro muy bien de ánimo. Estos días, y hoy a la tarde también, he estado recopilando información, clasificando escritos, recordando sucesos, hilando pruebas... porque tengo que preparar un juicio que tengo contra la Administración.

La Administración es una maquinaria muy pesada, tiene todo el tiempo del mundo y todos los recursos habidos y por haber... pero no siempre tiene razón.

Tengo un juicio por una resolución injusta en mi contra y también en contra de otra gente que estaba junto a mi y me pesa hasta decir basta el daño que les han infringido. Me siento responsable, aunque ellos me liberen de tal carga... pero yo la llevo encima.

Es la lucha de David contra Goliat.

La Administración tendrá muchos recursos y mucho personal, pero lo que no tiene es la dignidad y la estima individual y personal y eso le lastra.

Yo sé que tengo razón, lo que no sé es si la jueza a la que le tocará dictar sentencia sobre mi recurso apreciará mis razones, mis pruebas, mis argumentos... y se pondrá de parte del más débil que soy yo.

Porque una cosa es tener razón y otra que te la den, y en temas legales, cuando vas a un juicio, eso siempre es una incógnita, ya que te pueden salir con aquello del artículo 9.

¿El artículo nueve?... ¡pero si no existe!

Pues precisamente, se inventa y es el que te quita a ti, sí triste mortal, la razón y se la da a los de siempre.

No obstante, al igual que David, yo tengo la onda bien preparada y el proyectil es contundente... Esperemos que también sea certero y efectivo.

martes, 6 de mayo de 2008

Marketing y fúmbol


Iba a escribir un artículo sobre el nivel intelectual de futbolistas y futboleros, pero me deprime tanto el tema, que casi solo lo rozo de pasada.

Esto viene a que el domingo, el lunes... y no sé cuántos días más, la noticia de cabecera de periódicos y televisiones es que el Madrid ha ganado la liga.

¿Noticia de primera plana? ¿Y tanto día? Hombre, por un lado deja en segundo plano el asunto del cambio climático y las teorías catastrofistas AlGorianas, que es cosa buena, pero por otro... joder!, qué desolación.

Pregunta: Habéis ganado la liga, ¿qué se siente?
Respuesta (tres jugadores del R. Madrid): ¡Campeones, campeones, oé, oé, oé!

Pregunta: Pero, ¿estáis contentos?
Respuesta: lalalá, lalalá, lalalá... (u otra respuesta más obscena e insultante para personas y equipos contrarios)

En otros clubes que no les va tan bien, los aficionados les gritan a los jugadores en tono peyorativo eso de ¡mercenarios, mercenarios, que sois unos mercenarios, que no sentís los colores!

Anda, pues claro. ¿O se piensan que los portugueses, brasileños, holandeses, argentinos, rumanos.... un buen día vieron la luz como el apóstol S. Pablo, y emigraron a esa u otra ciudad a jugar gratis por amor a los colores de un equipo?.... Equipo, que por cierto, es una sociedad anónima, y sus jugadores son trabajadores multimillonarios. Vamos, que la gente no se aclara ni con doble programa de centrifugado.

Y eso otro de: "¡Tenemos que salir a morir!" Pues vale, se encargan unos féretros y a correr.

O lo otro de "solo nos vale ganar o ganar". Pues nada, majete, cómprate un juego de bingo, y juega tú solo, de lo contrario puede que ganes, empates o pierdas.

Y aquello de vamos a rendir el 200%. Ufff, esos no aprobaron ni 3º de la ESO donde se estudia el rendimiento de las máquinas... que por supuesto, como habrás intuido, no puede ser mayor del 100%. Para llorar.

Y la gracia de "Vamos a hacer historia". Pues claro, porque la historia se hace se gane, se pierda o se salga por piernas.

En fin, que el mundo del fútbol es el de la simpleza elevada al cubo. Y ya se sabe, la vida es simple para los simples.

Antes era aquello de "pan y circo" y ahora "marketing y fúmbol"... con la bufandita, el gorro, la camiseta oficial de marca, hasta arriba de pacharán y el repertorio de insultos para el árbitro y jugadores, propios o contrarios, bien a mano.

domingo, 4 de mayo de 2008

Ya eres adulto


Cuando eres pequeño muy mal tienen que irte las cosas para que tengas una visión negativa del mundo y de las personas.

Cada estímulo exterior abre zonas de tu mente que te sorprenden y quieres cultivar. Todo se queda grabado, todo sirve para pensar en positivo, todo te impele hacia adelante.

Pero cómo cambian las cosas cuando vas creciendo. Cuando vas paladeando el regusto amargo de la traición, la pesadez del fracaso, lo cortante del desamor, la losa de la indiferencia, la tristeza de un día igual que el anterior y que el anterior y que el anterior...

¡Enhorabuena, ya eres adulto!

Yo soy adulto. Empecé este blog hablando de recuerdos infantiles tal vez por explicar el título del mismo "El perfume de la magnolia", y seguí hablando de otros perfumes porque el primero me llevó al segundo, y éste al tercero... y así podía haber seguido.

Sin embargo hoy tenía ganas de hablar de esta dureza que llevo dentro, que me pesa, que me lastra y que es fruto de haber crecido, de haber apostado, de haber amado... y de haber perdido.

Aunque mientras hay vida, hay esperanza, y yo no tengo previsto dejar este mundo en las próximas fechas.

viernes, 2 de mayo de 2008

Ozono troposférico


Estos días que estoy evocando sensaciones y pinceladas de mi vida infantil se me están abriendo recuerdos en los que no reparaba desde hace un montón de años.

Uno de ellos es que a mi madre le daban mucho miedo las tormentas. En cuanto oía un trueno, o el cielo se nublaba de esa forma tan especial cuando va a haber una tormenta de verano, cerraba ventanas, bajaba persianas y se refugiaba en el cuarto más recóndito de la casa a rezar a su dios, que por aquel entonces también era el mío.

Yo procuraba escaparme de su lado e ir a algún sitio desde donde viese el espectáculo de los rayos, los truenos y la lluvia que se derramaba generosamente.

Siempre me ha gustado esa puesta en escena de la naturaleza, y en mi actual casa tengo un gran ventanal orientado al sur, desde el que, sentado en el sofá, da gusto ver la fuerza de la tormenta.

A mi madre si la siento ahí se muere del susto con el primer rayo, y tampoco es eso.

Junto a las tormentas había otra cosa que a mi me seducía. Ahora ya casi no se aprecia, pero en aquella época en la que era un niño, cuando no había tanto cemento ni asfalto, cuando la ciudad no se había extendido como una mancha de aceite cubriéndolo todo, después de una tormenta había un extraordinario olor a tierra mojada y un persistente perfume que yo decía que era "el perfume de la tormenta".

Aquel perfume, como otros que ya he mencionado y otros más que mencionaré, lo tengo grabado muy profundamente en mi mente y me gustaba mucho.

Muchos años después, viajando por la autopista, paré en un área de servicio para estirar las piernas e ir al baño.

En cuanto entré en los baños los truenos y los relámpagos saltaron de neurona en neurona dentro de mi cabeza. Ahí estaba el "perfume de la tormenta", lo que pasa es que era mediodía, estaba despejado y aquello no era un descampado, sino un lugar tan mundano como los servicios de caballeros de la autopista.

Me moví intentando localizar de dónde salía aquel olor. No sé si alguien me vio, pero ya casi nada llama la atención, por lo que un bicho raro más o menos, ni es noticia, ni merece más consideración que una mirada piadosa.

Localicé un aparato que ponía "Ozonizador" y que servía para desinfectar el ambiente y eliminar otros olores mas pedestres.

Me hizo gracia, a la vez que mi recuerdo sobre aquel olor quedaba un tanto devaluado. Pero sí, efectivamente, las descargas eléctricas de las tormentas hacen que se forme ozono, que era aquel aroma intenso que se superponía al olor a tierra mojada.

Desde entonces, cuando entro a unos servicios públicos, un relámpago recorre mi retina. El que huela a tormenta depende ya de que la empresa de mantenimiento de las instalaciones haya instado un chisme de esos.

jueves, 1 de mayo de 2008

Almíbar


También era pequeño cuando, sobre todo en verano, iba a pasear con mi madre y mi tía por las afueras de mi ciudad.

Había una cuesta por donde pasaban los escasos coches que circulaban por aquellas fechas y que tenía a ambos lados de la calzada unas hileras de majestuosos castaños de indias.

Siempre me ha gustado ese árbol. Es de un magnífico porte, con un tupido follaje y con unas inflorescencias que, en primavera, lo adornan con multitud de copos blancos.

A la vera de aquellos árboles que, por cierto, todavía existen, había unas cuantas fábricas diseminadas y entre ellas una que me llamaba poderosamente la atención.

No me interesaba por lo grande que pudiera ser o porque su imagen fuese singular. De hecho yo ni la miraba, pero su influencia sobre mí era notable.

La fábrica se dedicaba a las conservas de frutas, melocotón mayoritariamente, y lo que me llamaba poderosamente la atención era el intenso aroma a almíbar que diseminaba por todos los alrededores.

Sí, otra vez los olores, la sensación embriagadora de que algo penetra en tí, satura tus sentidos y deja una señal que más tarde, años después, reconocerás sin dudar.

Me gustaba que me llevaran por ahí y, si me daban oportunidad de decir a dónde quería ir, yo expresaba con cara de chiquillo travieso: "¡Vamos a la cuesta del almíbar!"