domingo, 28 de septiembre de 2008

Apaga la luz


Hacía tiempo que no escribía nada. Hacía tiempo que no tenía ganas de nada.

No he estado aquí... tampoco allí. Realmente no he estado en ninguna parte.

Ahora tampoco lo estoy.

Tengo pocas ganas de nada. Ni de escribir, ni de leer, ni de hacer, ni de pensar... ni de vivir.

Veo un horizonte negro, un día a día plomizo, un sin fin de situaciones cotidianas que no me importan, un futuro que no es futuro, que es más de lo mismo.

Tengo que darme un tiempo, un margen para pensar, un espacio para decidir, un contexto para situarme, unas ilusiones por las que levantarme, unas personas en las que creer.

Y es que las de ayer ya no me sirven, ni lo pueden hacer en el futuro. Su desprestigio, su bofetada, su egoísmo, su juego sucio ha quedado en evidencia. Se han caído frente a mí... y con ellas se han caído las barras de seguridad a las que me asía.

Demasiado previsible dirán unos, demasiado difícil dirían otros. Demasiado duro digo yo.

Aquí vendré cuando pueda, cuando quiera. Aquí vendré entre perfumes, estrellas y recuerdos de antaño.

Y de antaño será todo esto que cuento ahora dentro de un tiempo.

Y cuando así lo vea, espero recordarlo sin el dolor que me atenaza, que me angustia y que me inmoviliza.

De momento espero... tengo que dar tiempo al tiempo, aunque he descubierto algo importante. Y eso me hunde por momentos, pero me impulsa hacia adelante con una fuerza mayor.

La próxima vez que vuelva por aquí quiero contar olores y sensaciones. Estamos en otoño y los bosques huelen a humedad, a setas, a humo de las chimeneas de las casas que hay en sus lindes y a ese acomodarse de la naturaleza para los fríos y nieves que se avecinan.

Tengo ese artículo pendiente. Lo prometo.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Viaje sin retorno


Hay viajes para los que sobra el equipaje. Hay viajes para los que no existe el billete de vuelta.

Esos viajes tienen lugar a diferentes edades de las personas. Y en todos hay una pérdida irreparable.

En unos se pierde la niñez, en otros la inocencia, en otros la confianza, en otros al ser querido... en otros las ganas de vivir.

La chica de nuestra foto camina con dos maletas en un día de lluvia, sin abrigarse, con una mirada triste y perdiendo de su maleta muchos de los iconos y seres a los que les insufló su aliento vital y a los que se agarró durante años buscando la seguridad.

Algo muy importante le ha tenido que pasar. Algo que marcará su vida de aquí en adelante. Igual ha descubierto que la seguridad no existe.

Muchos, o todos, hemos pasado por esa situación y lo que se nos desangra del equipaje que llevamos, también se lleva una parte importante y vital de nosotros.

¿Tienen que ser las cosas siempre así?

jueves, 4 de septiembre de 2008

La tranquilidad se acaba


Los días de verano, de tardes largas, de perder el tiempo entre el calor de la tarde y el frescor del atardecer... tocan a su fin.

Es tiempo de cambios, de volver a la dinámica habitual del año y de añorar los días pasados.